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¿Cómo nació tu pasión por el dibujo? 

Cuando era joven, me pasaba el tiempo dibujando. El cómic fue el primer universo que captó mi atención. Mi padre traía a casa cómics de Gaston Lagaffe, Tintín, Astérix… También era la época de las publicaciones semanales Spirou y Tintín. Así es como empezó mi pasión por el dibujo y la narración: contar una historia al mismo tiempo que exploraba un mundo imaginario.  

 

¿Cuál ha sido tu trayectoria artística? 

Empecé estudiando matemáticas y ciencias en el Ateneo Provincial de La Louvière. Allí no tenían ninguna especialidad artística, por lo que mis padres estaban bastante contentos (risas).
«Tienes que sacarte un título», me decían. Sin embargo, lo que sí había era un curso de introducción al dibujo, y fue allí donde inicié mis primeras experiencias gráficas. Durante esas pocas horas a la semana, sentí que pasaba algo. Mis profesores me elogiaban en las reuniones de padres (algo menos en las demás asignaturas).

Unos años más tarde, empecé a leer Pilote y luego Métal Hurlant, unas revistas muy especializadas en ciencia ficción y fantasía, con autores innovadores como Mœbius, Druillet, Caza, Bilal, etc. Dos géneros que también descubrí a través de las novelas de Philip K. Dick, Isaac Asimov, George Wells, Aldous Huxley, Frank Herbert, Edgar Poe, Jean Ray, Lovecraft… El estilo de estas revistas era revolucionario para la época, con un diseño que se alejaba de las principales corrientes clásicas. Y me di cuenta de que era lo que quería hacer.

Un profesor me recomendó la Escuela Superior de Artes Plásticas y Visuales de Mons (actualmente ARTS2), donde estudié durante cinco años en el Taller de Ilustración. Estábamos a principios de los ochenta. «Aprended a expresaros con libertad, cuestionad todo lo que habéis aprendido hasta ahora», nos animaban. Estábamos de pleno movimiento conceptual. Todo era arte: la forma de vivir, de comportarse, de vestirse, de expresarse. También fue durante estos años cuando me abrí a diferentes géneros musicales: el jazz, la música francesa, el rock progresivo, el punk…

En aquel entonces, la publicación mensual À suivre estaba llena de autores de cómics a los que seguía cada mes. Así descubrí a un montón de dibujantes e ilustradores que me influyeron enormemente, tanto por el diseño gráfico como por la forma de contar una historia: Tardi, Muñoz & Sampayo, Hugo Pratt, Jean-Claude Forest, Francis Masse, Comès, F’murr, Ralph Steadman, Ronald Searle, Tomi Ungerer. Fueron unos años increíblemente densos y enriquecedores.  

 

¿Pero terminaste decantándote por la publicidad?

Sí, al finalizar mis estudios secundarios, conocí a Jean-Paul Thaulez, que tenía una tienda de cómics cerca de mi casa y también una pequeña agencia de publicidad. Realizaba maquetas de libros, portadas y coloreados para los cómics de las Ediciones Michel Deligne, además de publicidad para clientes locales. Por tanto, en aquellos momentos, por un lado, recibía una formación académica donde aprendía sobre el dibujo en su forma clásica, pero también en formas mucho más libres gracias a profesores apasionados que desarrollaban nuestra mentalidad abierta y, paralelamente, trabajaba en pedidos del ámbito publicitario. Fue así como aprendí a crear un logotipo, a estructurar un cartel, a componer un texto respetando las normas tipográficas, a preparar un documento para impresión…

Cuando finalicé mis estudios, organicé mi primera exposición en La Louvière, donde propuse a la Galería Tendances Contemporaines mis Récits illustrés (Relatos ilustrados), donde presentaba diversos objetos. Les daba alma, cobraban vida a través de pequeñas historias creadas a partir de la vida cotidiana. Propuse estos relatos a la publicación mensual À suivre, pero sin éxito. Obligado a ganarme la vida, continué con mis andanzas publicitarias con Jean-Paul, así como con otros colaboradores. Durante 27 años, consagré mi vida únicamente a la publicidad y a la infografía. En 2016, agotado y cansado del mundo publicitario, di un giro de 180º retomando mis actividades artísticas.  

 

¿Cómo se desarrolló tu estilo?

Cuando retomé el dibujo, fue muy especial, recuerdo que reanudé mi investigación exactamente donde lo había dejado 27 años atrás. Fue un periodo extraño, donde me sentía completamente libre, sin ninguna limitación profesional. En aquel entonces, redescubrí a algunos ilustradores y artistas que me influyeron muchísimo con su técnica y su forma de entender el arte.

Pienso especialmente en Lorenzo Mattotti y sus ilustraciones en color o en blanco y negro. De hecho, fue leyendo una entrevista suya donde hacía referencia a su método de trabajo cuando empecé a dibujar a diario en cuadernos de bocetos. Multipliqué mis garabatos con el único objetivo de liberar mi creatividad sin ninguna limitación de estilo. En un registro completamente diferente, Pierre Alechinsky también me influyó enormemente. La exposición organizada por el Centro de la Imagen Impresa en La Louvière en 2017 me impresionó. Esa fluidez y esa espontaneidad en el trazo y el imaginario resultante son increíbles.

También puedo citar a Marc Chagall, Francis Bacon, Léon Spilliaert, Edward Hopper o también a David Hockney… hay muchos creadores importantes en mi desarrollo artístico.  

 

¿Cómo describirías tus obras en dos palabras? 

Espontaneidad y control. Algo inicialmente intuitivo y que seguidamente vuelve a trabajarse de forma mucho más cerebral.  

 

¿Cómo trabajas?

Ejercitándome todos los días. Normalmente empiezo por una serie de croquis de tinta china utilizando el pincel o la pluma sobre superficies más o menos grandes. Me dejo guiar por la inspiración del momento. Me gusta utilizar el contraste del blanco y el negro, añadiendo matices simplemente por la yuxtaposición de líneas y materiales.

Algunos días, la inspiración no aparece. Y otros, las formas y las temáticas salen por sí solas. En ocasiones sucede que inconscientemente reflejan una actualidad. Into the Bubbles es un ejemplo de ello. Un día, falto de inspiración, tracé con el pincel unas formas ovaladas y redondas buscando un equilibrio gráfico entre los espacios blancos y negros. A continuación, imaginé unas estructuras de colores imprecisas que representaban rostros o personajes dentro de las burbujas. Era dos años antes de la pandemia. En la actualidad, estas imágenes adquieren un sentido completamente diferente, como una alegoría del mundo actual: cada uno vive en su pequeño mundo y se comunica poco con los demás.

Así es como trabajo la mayor parte del tiempo. Realizo un gesto espontáneo, en forma de «dibujo automático», en el que surgen ideas para a veces llegar a un tema muy concreto. Como una coherencia nacida de la incoherencia. En cambio, en otras ocasiones más inusuales, siento la necesidad de imponerme un cuadro, una estructura, y trabajar en ilustraciones sacadas de un relato clásico. Probablemente sea una práctica heredada de mi vida anterior como publicista. Caperucita roja es un ejemplo perfecto. Otros ejercicios están en proceso de preparación, en concreto, con La metamorfosis de Franz Kafka y El principito de Saint-Exupéry.  

 

Aparte del arte, ¿qué es lo que más te inspira?

Todo. La vida en general: correr, cocinar… Hace poco he empezado a practicar la meditación. Me encanta leer y aprender. Soy bulímico en ese sentido. Acabo de descubrir el best-seller de Joe Dispenza, Sobrenatural. En el mismo registro, me he comprado los libros de Bruce Lipton (Biología de la creencia) y Gregg Braden (Códigos de sabiduría).  

 

¿La música también ha desempeñado un papel importante en tu proceso creativo?

Sí, la música me acompaña muy a menudo. Es la ventaja de trabajar solo, que no tienes que estar pendiente del mundo que te rodea, puedes perderte en tus pensamientos con ayuda de la música. Escucho géneros muy variados: rock, jazz, música del mundo, ópera, blues, música francesa… Todas estas piezas me ayudan a generar sensaciones y a desarrollar mi creatividad. De ahí la idea de compartir mis listas de reproducción de Spotify en mi página web, para transmitir lo que me inspira.  

 

¿Tu pieza preferida para pintar?

Cualquiera de los grupos belgas dEUS y Girls in Hawaii, sin duda.

También puedo citar las largos y lánguidos vuelos del grupo Sigur Rós, las sombrías melodías de Leonard Cohen o la prosa y la actitud rockera de Hubert-Félix Thiéfaine.  

 

¿Tu mayor impacto artístico?

Recuerdo un viaje a Madrid donde visité por primera vez el Museo del Prado y el Museo Reina Sofía. El primero me permitió admirar las obras de Jérôme Bosch (El jardín de las delicias), Goya (las Pinturas negras), Velázquez (Las meninas), Durero (los grabados) y El Greco (La adoración de los pastores). El segundo, las obras de Picasso, en especial, los dibujos preparatorios del cuadro del Guernica. Todos estos artistas me impactaron.  

 

¿Tus tres artistas favoritos?

  • Léon Spilliaert con esa increíble atmósfera melancólica que desarrolla en sus lavados de tinta china.
  • Emil Ferris, con su novela Lo que más me gusta son los monstruos. Un OVNI narrativo y gráfico difícil de dominar en una primera lectura, pero sumamente denso y agradable.
  • Las fotografías de Joel-Peter Witkin en la exposición organizada por el Museo de la Fotografía de Charleroi en 2020. Una técnica y una puesta en escena hiperespecializadas, con composiciones barrocas, extravagantes, inquietantes, provocadoras, que rozan el voyeurismo.  

 

¿Una película?

La ventana indiscreta de Alfred Hitchcock. Me encanta el hecho de desarrollar un relato en torno a dos personajes en un espacio cerrado. Aporta una excepcional riqueza, tanto en el desarrollo dramático como en cuanto a la técnica cinematográfica.  

 

¿Un libro?

¡Imposible elegir solo uno! ¿Puedo citar tres?

  • Kafka en la orilla, de Haruki Murakami. Porque me encanta su forma de desarrollar una historia a partir de hechos surrealistas.
  • Le plus et le moins, de Erri De Luca. Una excelente colección de cuarenta relatos cortos autobiográficos contados con poesía y ternura.
  • Y La sombra del viento, de Carlos Ruiz Zafón. Un gran clásico, una obra maestra, una novela de iniciación que te mantiene en vilo durante toda la historia.  

 

¿Dónde te ves dentro de diez años?

No tengo ni idea, simplemente me gustaría continuar con esta búsqueda hasta mi último instante en la Tierra. En cualquier caso, cuanto más avanzo, mayores son mis ganas y mi voluntad. Me gustaría compartir mis flechazos, mis inspiraciones y mi universo con el mayor número de personas a través de exposiciones o de la publicación de mis ilustraciones. De hecho, tengo un primer proyecto muy bonito con mi hija. Le envié algunos dibujos que la inspiraron y la animaron a escribir cuentos. Nos gustaría publicar pronto una pequeña colección en forma de libro objeto.  

 

Entrevista realizada por Camille Vernin (mayo de 2021)