Un cuadro, un extracto musical, un poema, una novela, una preparación culinaria, un paisaje…
Pequeñas sensaciones que despiertan mundos imaginarios.
«Même s’il me faut lâcher ta main – sans pouvoir te dire “à demain“ – rien ne défera jamais nos liens… même s’il me faut aller plus loin – couper les ponts, changer de train – l’amour est plus fort que le chagrin…». Un texto sublime, una melodía aérea, una voz inimitable.
Todo un monumento de la ilustración… El género de personaje que te marca para siempre y al que envidiarás toda tu vida, por lo original e inventivo que es su estilo gráfico.
L’Arme à L’œil retrata casi treinta años de su vida profesional.
Un álbum mítico que se publicó en 1997. Aborda los aspectos negativos de la sociedad moderna a través de una música progresiva y envolvente que revolucionó el final de los años noventa e influyó en la escena alternativa. Imposible no apreciar piezas como «Paranoid Android», «No Surprises» o «Karma Police».
¡Qué emotivo es este cuadro de Francisco de Goya, que descubrí en el Museo del Prado en Madrid en 2017!
Con la mirada puesta en el cielo (probablemente su dueño había desaparecido), el animal está desesperado y parece ahogarse en una inmensa soledad.
Uno de mis cómics preferidos entre las numerosas aventuras de Spirou y Fantasio (sin olvidar QRN en Bretzelburg y El prisionero de Buda). Pequeñas magdalenas de Proust que me recuerdan aquellas largas tardes de invierno en las que, en mi habitación, leía una y otra vez las historias de estos dos trotamundos.
Debo reconocer que el universo de este gran artista me ha influido enormemente, tanto por su producción en color como por sus dibujos en blanco y negro. Y pensar que hace poco que descubrí a este autor, gracias a su obra maestra Oltremai.
Incluida en el álbum Abbey Road en 1969, esta canción se presenta en forma de armonía a tres voces, grabada tres veces para conseguir un total de nueve voces. Una estructura y un texto de una simplicidad (aparente) y una eficacia innegable.
Declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, especialmente gracias a sus cuatro ascensores hidráulicos, es uno de mis lugares favoritos para recargar las pilas durante largos paseos o para sudar durante mis numerosas sesiones de running.
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